SECCION MADRID SUR

sábado, 12 de abril de 2014

Patriotismo o hipocresía

La realidad es clara y a veces cruel, sin embargo, un azote de claridad de vez en cuando viene bien para darnos cuenta de fallos, virtudes y contrariedades.

Es curioso como el patriotismo deportivo se extiende en la sociedad como cual brote de peste cuando llega el momento de Champions. Las ventanas de los edificios se inundan de rojigualdas y la gente viste sus mejores galas deportivas para honrar el sentimiento futbolero y nacional. Sin embargo, tales ventanas se ven desnudas el resto del año, ausentes de orgullo, incluido el 12 de octubre, cuando nuestras fuerzas armadas despliegan sus equipos y recorren el Paseo de la Castellana, haciendo una demostración de fuerza y honrando a los caídos por España. Caídos que dieron su vida por defender los intereses de la nación y los de todos aquellos ciudadanos que no se dignan en homenajearlos, colgando la enseña nacional o acudiendo al desfile.

Quizás, en momentos de guerra, sean todos aquellos extranjeros que forman parte de los diferentes equipos de fútbol que confieren nuestra nación, los que carguen de fusil y bayoneta, y armados de valor, defiendan la vida de sus aficionados. Quizás, sea Messi, Cristiano o Falçao, el que cambie su atuendo deportivo y su pelos metrosexuales, por un uniforme mimetizado y entreguen la vida por la patria que tantos millones de euros les regala anualmente por darle a una pelota. Permitid que desde este blog lo dudemos.


Pero, a decir verdad, este comportamiento es de esperar por parte de la mayoría de los españoles, esta indiferencia al malgasto del dinero y a la integridad de los inmigrantes. Lo vemos día a día, como ilegales saltan e invaden nuestro país y la indignación es casi inexistente, cuando debería inundar el pensamiento y los corazones de cada uno de los españoles con el mayor rechazo existente. Por ello, menos preocupación les supone el que un inmigrante entretenga su tiempo vacío, moviendo una pelotita de lado a lado como cual bufón entregado.

Inexistente también en la mayoría de los pensamientos de los ciudadanos es el tema político. A decir verdad, solo aparece en sus cabezas cuando los dos grandes equipos de la nación se enfrentan, creando un odio politizado e independentista que separa la unión nacional de obligada permanencia.

Sin embargo, los nacionalistas, tenemos un peso que cargar con respecto a tan apreciado deporte que supura por los poros de muchos. Cuando los estadios de fútbol se llenan, una gran parte de su extensión, se ve ocupada por ultras de los equipos en cuestión. Un deporte entretenido, sano, que reúne a grande masas, y que a decir verdad, queda ensuciado por la cantidad de contrariedades que se enfrentan contra el nacionalismo español, y que los ultras defienden, pero al parecer, solo de puertas del estadio hacia afuera.




La intención de este artículo, no es en ningún caso, atacar a los nacionalistas ultras, sino reflejar la verdad, y lo que quizás en cierto modo, contradiga sus ideales políticos y morales. El de ellos y el de cualquier persona que se sienta patriota y que comparta las mismas aficiones.

Nacionalistas ajenos a la radicalización de este deporte y desentendidos de la politización que conlleva por el enfrentamiento de varios equipos, critican la monopolización con respecto al alcohol y drogas que por desgracia cada día mas se extiende en los frentes de ultras. Los percances que con frecuencia se producen entre estos grupos, quizás dejen en entredicho la verdadera esencia que representa la imagen del correcto nacionalista. Honrado, sencillo, clasista en muchos aspectos, sano, educado y cultivado en los diferentes campos que atañan y van aliados al verdadero comportamiento nacionalista.

Por otro lado y aplicando un poco la inteligencia, no olvidemos que tal inmensa reunión de camaradas es un trabajo fácil y servido en bandeja para aquellos interesados en fichar y tener cercados a los nacionalistas españoles, que lejos de recatarse en su comportamiento, provocan con sus actos una gran cantidad de información negativa y mala reputación que el CNI guardará como oro en paño.



Uno de los aspectos que más llaman la atención, es la aceptación de la inmigración deportiva, quizás por el simple hecho de formar parte de su equipo amado, creyéndolos casi dioses y olvidando su raza y procedencia, pensamiento que se abandona a las puertas del estadio una vez se vuelve a la calle. Es fácil cuestionarse cuál es la diferencia entre un brasileño futbolista y un brasileño de clase media o baja que pulule por nuestra patria. Para nuestros ultras parece ser que la hay, será dinero, reputación o habilidad con el balón, pero el rechazo a la inmigración se olvida cuando ocupamos las localidades del campo.

Nadie se queja de la falta de integración de los jugadores españoles que forman las canteras, que esperan una oportunidad, oportunidad que en la mayoría de las ocasiones nunca llega, porque siempre, en cualquier otra punta del mundo, existirá un extranjero que habrá dedicado horas y horas a dar toques a un balón, carente de estudios y disciplina, carente de valores e ideales, pero sediento de encontrar un cazatalentos que le lleve a un mundo mejor y que le permita chupar la sangre de los habitantes que la forman.

Nacionalistas que fuera de campos de fútbol y a través de redes sociales critican el capitalismo al que la nación y el mundo entero se ven sometidos. Millones y millones de españoles muriéndose de hambre, sin trabajo y sin ayudas por parte del gobierno, eso dicen tales nacionalistas frente a sus camaradas del bar y redes sociales. La indignación invade su pensamiento y gritan a los cielos por las injusticias que inundan su patria. Pero es sino cuanto más gracioso, ver cómo cambian sus pensamientos, pensamientos que se disipan como una nube de humo cuando el árbitro pita el comienzo del partido, cuando presidentes de los equipos de fútbol pagan millones y millones de euros para "comprar" a un jugador y contratar sus servicios deportivos. En ese momento, el capitalismo no existe, todo está justificado por contemplar a 11 vividores con pantalón corto y peinados ridículos, como recorren un campo de futbol de una punta a otra durante noventa minutos. El fútbol, representante del poder sionista, junta a masas y les lleva por el camino que mas desean, haciéndoles pensar y actuar como más les conviene para satisfacer sus necesidades económicas.


Coches muy lejos de nuestro alcance, casas mastodónticas y ropa de lujo, eso le brindan y regalan los españoles aficionados, derrochando el poco dinero que algunos tienen en sus cuentas bancarias para pagar un bono anual que francamente no es nada barato, comprar sus camisetas, zapatillas o merchandising.

Sin embargo, cuando las vacaciones terminan, estos aficionados entregados a su causa deportiva, son los primeros en quejarse de lo caros que están los libros de sus hijos. O, cuando llega la navidad, culpan al gobierno, valiente traidor también, de que en sus mesas haya huevos rellenos en lugar de langostinos y salmón ahumado.

Prioridad de intereses, esa es la definición, caen en las garras del adoctrinamiento de masas, la devoción por un deporte que no alimenta a sus familias supera la responsabilidad obligada de llenar sus bocas, sus armarios y sus cerebros de conocimientos.


Siempre hemos sabido que los españoles somos diferentes en comportamiento al resto del mundo, singulares y especiales, lo que no hemos analizado, es cuan de positividad hay en tales adjetivos. Si somos capaces de avistar la inteligencia y conveniencia de nuestras decisiones.

Por la parte que me toca como nacionalista y amante incondicional de los principios necesarios para alcanzar la gloria y conservación de mi nación, es imposible no llegar a la conclusión de que el fútbol es uno de los problemas más preocupantes que afecta a los principios y a la clara visión de prioridades de cada español.


Menos fútbol y más libros, dejemos de ser borregos, convirtámonos en lobos.

¡Adelante por España!





 

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